Gallardo, comentó que el victimario, es un alumno muy introvertido y tímido, pero su actitud estaba dentro de lo normal.
El ingresó en primer año del secundario y junto con su libreta traía un informe advirtiendo que necesitaba adaptaciones curriculares. En todo su transcurso por la institución, nunca llegaron advertencias al equipo directivo sobre el alumno.
La víctima y el victimario eran compañeros de aula, pero no demostraban tener una relación cercana, al menos dentro de la escuela.
En el momento en que recibieron la información del caso, se informó a la familia de la víctima, puntualmente la madre, que se encontraba en una jornada dentro de la misma institución. Los directivos acudieron al lugar donde se encontraba la víctima, pero no pudieron hablar con ella. Actualmente, la comunicación con la madre es fluida.
La directora, al día siguiente, procuró que hubiera un diálogo con los alumnos sobre temas de violencia, “Consideramos que había que trabajar el tema, por eso tuvimos clases”. Afirmó. También se hizo presente personal del programa de convivencia.
En la escuela se suele trabajar constantemente sobre temas de violencia, la convivencia en la escuela y las relación entre la familia y la institución. Dado este terrible caso, Esther se preguntó si estas acciones son suficientes, aunque es claro que hechos como estos, no siempre se pueden predecir.